El discurso del sheriff

Waye Ivey, sheriff del condado de Brevard, en Florida, tiene gusto por la épica. Harry el Sucio suscribiría su mensaje, aunque no su locuacidad, ni su oratoria, de manual de escuela de retórica. Pero en Estados Unidos los “héroes” salen hoy a la calle con dos bolsas de Big Mac y una misión: arrollar a los inmigrantes que protestan para evitar la deportación de sus compatriotas.

Ivey ha lanzado un brutal mensaje a los “obstructores” de la ley. “Si resistes órdenes o cortas una calle, irás a la cárcel”. Y su discurso va subiendo el tono: “si rodeas un vehículo, lo más probable es que te atropelle y te arrastre por la calle”; “si tiras un ladrillo o un cóctel molotov o nos apuntas con un arma, notificaremos a tu familia dónde puede ir a recoger tus restos”.

Ciertamente las protestas en Los Ángeles han tenido momentos violentos, que deben evitarse. Pero preservar la libertad de expresión, de la que la constitución de Estados Unidos fue pionera, es también una tarea que en el caos creado por Donald Trump merece encontrar su héroe.

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