Votantes del PLIM

Votantes del PLIM
Escritor y enigmista

En la ciudad del general Prim vuelve a circular el Plim, una bebida refrescante con “sabor a fantasía de frutas”. La recuerdo empalagosa como un jarabe. También su lema. Hace un siglo, cuando no querías liarte en algo exclamabas “a mí prim” (“¿y a mí qué me cuentas?”). Luego la expresión mutó en “a mí plim” o “a mí plin”, que una campaña hizo rimar con los colchones Pikolin.

Lata de Plim

 

RAC1

Según el imaginativo relato oficial, el nombre de la bebida surgió espontáneamente en 1928 cuando los socios de Gili, SA discutían sobre el nombre de un nuevo refresco. Uno se desentendió exclamando “a mí plim”. Demasiado bueno para ser cierto, pero en fin, así son las leyendas. El Reus Deportiu lo adoptó como mascota y lema. Hacía más de una década que no circulaba, pero los emprendedores de Reusplim, SL han decidido relanzarla y se han apresurado a modificar su sabor para adaptarlo a los gustos actuales. Mejor.

Nuestros eximios dirigentes se apresuran a cambiar el nombre de las cosas

El regreso del Plim, que mantiene el nombre pero adapta el contenido, contrasta con una práctica habitual de nuestros eximios dirigentes, que cambian el nombre de las cosas, pero no siempre son capaces de modificar su contenido para adecuarlo a las necesidades ciudadanas. Es fácil (y obvio) criticar a Trump por su obsesión narcisista de rebautizarlo todo, pero la epidemia se extiende a quien toca poder. ¿Recuerdan los cambios de nombre de las conselleries de Sanitat a Salut y de Ensenyament a Educació? Pues la afición de las autoridades por el naming parece inagotable.

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Màrius Serra
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El enésimo ejemplo es la DGAIA, que ha entrado en crisis por el caso de una niña de 12 años violada repetidamente por una red de prostitución y pederastia mientras vivía en un centro de menores tutelado por la Generalitat. Lo primero que han hecho los responsables políticos de la DGAIA ha sido cambiarle el nombre. Ahora se llamará dirección general de Prevenció i Protecció de la Infància i l’Adolescència, con el oscuro acrónimo de DGPPIA. Ojalá la reforma anunciada no se detenga en el nombre, pero quizá habría sido mejor empezar por el contenido. Porque tanta obsesión por el naming estético puede hacer que, a la hora de votar, los ciudadanos opten por el PLIM, un “a mí plim”.

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