Mientras salgo sin un rasguño, en el Primavera Sound, del oscuro túnel en que se reproducen los sonidos de los bombardeos sobre Gaza, pienso en la demoledora clarividencia que tuvo Hannah Arendt (1906-1975) sobre el conflicto, y que ahora pone en evidencia la editorial Taurus al editar el volumen Sobre Palestina, que rescata textos –individuales y colectivos, alguno de ellos inédito– de la brillante pensadora germanoestadounidense.
Arendt creía en los años 40 que la posición de EE.UU. en la zona era la clave para solucionar el conflicto y que, de lo contrario, Oriente Medio corría “el riesgo de convertirse en el futuro polvorín del mundo” (así ha sido). Esperaba que el idealismo democrático fundacional de la gran potencia se impusiera al deseo de control del petróleo de la zona. Sionista primero y favorable al estado de Israel, se opuso a la expulsión de palestinos ya en 1948 y al creciente número de refugiados que ello comportaba.

Un manifestante con una máscara de Netanyahu en una protesta contra el Gobierno israelí el pasado 31 de mayo en Tel Aviv
Como participante en diversos informes sobre la zona, abogó por que los palestinos pudieran llevar una vida normal, para lo que era necesario proporcionarles “un hogar decente, una economía u otros medios de vida”. Junto con Einstein y otros destacados intelectuales, firmó un manifiesto contra los peligros de una deriva militarista y autoritaria de Israel.
El Nobel ya escribió en 2009 que la masacre de inocentes, muchos de ellos niños, refuerza a los terroristas
Como Arendt, pero varias décadas después, Mario Vargas Llosa (1936-2025) visitó la zona en repetidas ocasiones. El volumen El reverso de la utopía recoge, entre otros temas, los escritos in situ del Nobel peruano, quien apoyó sin fisuras los esfuerzos pacificadores de los laboristas “frente a ese peligroso imitador del doctor Strangelove que ha resultado ser Bibi Netanyahu”. Cuenta sus charlas con Simón Peres, quien le hacía bromas justamente sobre las escasas luces de Netanyahu: “Bibi, por lo demás, tiene grandes dificultades para desanudar los cordones de sus zapatos. Así que...”
En el 2009, ante un ataque israelí sobre Gaza muchísimo menos devastador que el actual, Vargas Llosa ya escribe que estas ofensivas no tienen “ninguna posibilidad” de desarticular a Hamás y que, muy al contrario, la masacre de inocentes, muchos de ellos niños, refuerza a los terroristas y debilita al sector moderado, la Autoridad Nacional Palestina.
“El odio no dura eternamente. Una solución justa puede disolver la animosidad y crear un nuevo clima para una eventual cooperación”. Lo dice uno de los informes que firmó Arendt. Y no queda otra que creer en ello.