Devorada por las cámaras

Esta semana hemos asistido a un posado fotográfico exótico. Su prota­gonista, acribillada por decenas de cámaras durante veinte minutos, entre sonriente y circunspecta, es una mujer a la que no llamaremos aquí fontanera. Por petición suya (“ni fontanera ni cobarde”), pero también del gremio de la fontanería que se ha quejado, a través de su Confederación Nacional de Asociaciones de Instaladores y Fluidos, del mal uso del término para referirse a personas que se mueven en “zonas subterráneas de la ­política”. Cosa que, al parecer, está generando “una visión distorsionada y una ola de desprecio” hacia la ­profesión de fontanero, así como una “desconfianza de la sociedad”, que afecta a la “autoestima de los ­profesionales”.

Former Spanish Socialist Party (PSOE) member member Leire Diez speaks during a press conference in Madrid, on June 4, 2025. Diez, who submitted her resignation from the PSOE after leaked audio recordings in which she is heard attempting to maneuver high-ranking public officials, claimed the recordings are part of her investigations for a book she is writing as a journalist, which she is writing as a piece of research carried out on her own behalf, and that she does not work for the PSOE. (Photo by Thomas COEX / AFP)

  

Thomas Coex / Afp

El tema, como ven, es grave, y pedimos a la población que deje de crear inseguridad a los fontaneros, por favor. Desde el gremio del espectáculo, nos solidarizamos con su queja. La entendemos. Pocos oficios están siendo tan desprestigiados como el nuestro, si nos ponemos finos con la terminología: cualquier cosa es espectáculo . Fíjense que, para no denominarla fontanera , generosamente, diremos que la mujer es un personaje de la escena pública. Ahí queda la frase, pervirtiendo nuestro léxico. Y ese posado de actriz de cine.

Para no denominarla fontanera, diremos que es un personaje de la escena pública

La mujer entra en la sala, 20 minutos antes de la hora establecida por ella misma para su comparecencia. Con sonrisa de Gioconda, medio muda, se sienta frente a una mesa, rodeada por decenas de cámaras y micrófonos que la graban con ansia. Los primeros dos minutos pasan con una lentitud escalofriante. En el minuto 3, gira la cara hacia su izquierda, por ruego de un fotógrafo audaz, para coger mejor la luz. Las cámaras la devoran. En el 4, mira hacia delante y hay algo perruno en su mirada, inalcanzable. Pasado el minuto 5, se sirve un vasito de agua. Los micrófonos captan el sonido como de arroyo. Las cámaras se excitan con el movimiento. Pero ella no bebe durante dos minutos de tensión indecible. Por fin, en el minuto 7, bebe. Y queda como abstraída.

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Luego hay otros momentos gloriosos, cuando unas cámaras se ponen a su espalda y ella se da la vuelta, favoreciendo el plano, y podemos ver su melena castaña. Y así. En el minuto 20, después de mirar al frente con una firmeza arrolladora, finalmente dice: “Pues voy a empezar”.

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