La mayoría lo toman como algo que no va con ellos o creen que porque la niña vaya vestida y solo esté jugando ya pueden publicar la foto en sus redes sociales. ”¿A quién le va a interesar?”, piensan.
Pues a mucha gente. El documental Infancia sobreexpuesta, que se acaba de estrenar en la plataforma 3Cat, lo deja bien claro. Según datos recientes. Aproximadamente un 13% de la población estaría interesada o presentaría interés sexual en personas menores de 13 años. Pero es que si hablamos de mayores de 13 años, la proporción alcanza el 24%.
La psicóloga, criminóloga y profesora de la UOC Irene Montiel, experta en violencia sexual digital, analiza en el documental los peligros del sharenting y cómo las redes sociales se han convertido en un terreno fértil para la explotación infantil online. En esta entrevista, habla sin rodeos sobre IA, pornografía, prevención, legislación y lo que podemos hacer como sociedad para proteger a los menores.
¿Qué les diría a quienes publican imágenes de sus hijos en redes sociales pensando que “no pasa nada”?
En primer lugar, hay que tener en cuenta que los niños y niñas tienen derechos en general, y derecho a su imagen, a la privacidad y a la intimidad en particular. Nosotros, como adultos, somos los principales responsables de que estos derechos se respeten. Por tanto, somos los primeros que debemos respetarlos. No deberíamos poder publicar fotos de nuestros hijos sin su consentimiento. Y ellos no tienen un consentimiento válido hasta, al menos, los 14 años, que posiblemente pronto sean 16. Somos nosotros quienes debemos protegerlos.
¿Qué más debemos tener en cuenta?
En segundo lugar, debemos tener plena conciencia de que, en el momento en que subimos imágenes a Internet, de cualquier tipo, perdemos absolutamente el control sobre ellas. No sabemos dónde pueden acabar. Pueden utilizarse para muchas cosas, y muchas de ellas son delictivas y con consecuencias graves para los niños. Por ejemplo, pueden usarse para suplantar su identidad, o —y esto está ocurriendo cada vez más con inteligencia artificial— para hacer montajes, los llamados deepfakes sexuales, ya sea en forma de fotos o de vídeos.
No deberíamos poder publicar fotos de nuestros hijos sin su consentimiento. Y ellos no tienen un consentimiento válido hasta, al menos, los 14 años

Un ciberacosador o un pedófilo puede llegar a contactar con el menor.
Es que la inteligencia artificial da miedo, si pensamos en que se está usando para esto.
Ya se están generando vídeos pornográficos y material de explotación sexual infantil con imágenes extraídas de perfiles en redes sociales. Imágenes que están en la red y que cualquiera puede utilizar. Además, muchas veces no somos conscientes de que estas imágenes contienen metadatos que permiten a una persona con malas intenciones localizar geográficamente a un menor.
Es algo en lo que nunca pensamos.
Esto implica unos riesgos muy elevados. Hay muchas personas que están buscando continuamente material de menores, ya sea para producir contenido ilegal o para contactar con ellos. Y les estamos haciendo el trabajo medio hecho. Basta con una búsqueda inversa en Google Lens para encontrar todas las imágenes de un mismo niño, saber en qué redes está, quiénes son sus amigos… y así pueden enviar una solicitud, establecer contacto, manipularlo o engañarlo para que envíe más imágenes. Y ahí es cuando empiezan a engrosarse las colecciones de personas con un trastorno o con una preferencia pedófila o febófila, que intercambian y comercian con este tipo de imágenes. No tiene ninguna consecuencia positiva.
Muchas veces no somos conscientes de que estas imágenes contienen metadatos que permiten a una persona con malas intenciones localizar geográficamente a un menor
¿Llegan a producirse encuentros físicos, más allá del acoso online?
No es lo más habitual, porque para los agresores resulta más fácil y menos arriesgado hacerlo todo online. Pero sí se dan casos. De hecho, hay análisis de sentencias en España sobre delitos de online grooming, es decir, el contacto con interés sexual a menores a través de Internet, que implica proponer un encuentro físico. Y sí, se han dado reuniones presenciales que terminan en agresión sexual.
Un peligro que debemos tener muy en cuenta.
También han aumentado las agresiones sexuales que solo se dan online: adultos que contactan con menores, los manipulan y consiguen imágenes íntimas, vídeos o incluso una “relación” sexual virtual que evidentemente es abusiva. A menudo, los adolescentes ni siquiera son conscientes de que están siendo víctimas de una agresión sexual y que tienen derecho a denunciarlo. Este tipo de delitos ya se están castigando con penas equivalentes a las de una agresión sexual tradicional, aunque no haya contacto físico.
A menudo, los adolescentes ni siquiera son conscientes de que están siendo víctimas de una agresión sexual

Habría que pensárselo dos veces antes de publicar una foto de un menor en las redes sociales.
¿Quiénes son estos agresores? ¿Suelen ser personas organizadas o perfiles individuales?
Uno de los problemas más grandes que tenemos es la gran variedad de perfiles. Antes ya era difícil perfilar a un agresor sexual infantil, pero ahora es todavía más complejo. Se solía decir que eran hombres mayores de 40 años, pero hoy hay muchísimos tipos. Por ejemplo, no es lo mismo quien contacta con un menor para quedar en persona y agredirlo, que quien consume material de explotación sexual infantil sin haber tocado nunca a un niño ni haber contactado con uno. Son perfiles distintos.
¿La ley no nos protege?
En nuestro país, cualquier conducta relacionada con el material de explotación sexual infantil está penada: visionarlo, compartirlo, almacenarlo… Si ves este tipo de material en el ordenador de alguien, es denunciable. Estamos hablando de menores de 18 años en actitud sexual: eso ya es delito. El problema es que cada vez hay más de este material circulando, y cada vez lo consumen personas más jóvenes. Ya tenemos adolescentes o jóvenes de 18-20 años que lo consumen. Se está normalizando.
Ya tenemos adolescentes o jóvenes de 18-20 años que lo consumen. Se está normalizando
¿Y si alguien accede a ese material sin saber que hay un menor en el vídeo? ¿Qué responsabilidad tiene?
La responsabilidad principal recae sobre la página web que lo difunde, que está poniendo a disposición del público material ilegal. La persona que lo consume, si no sabe que hay un menor, entra en una zona más gris del derecho penal. Ahí los jueces deben valorar si ese desconocimiento era razonable. No suele haber dudas. Hay criterios médicos como la escala de Tanner, que analiza el desarrollo físico, y normalmente las imágenes de menores son claramente identificables.

Los encuentros pueden llegar a ser presenciales.
Si la pedofilia se considera un trastorno, ¿puede ser una atenuante ante el juez?
Diagnosticar un trastorno de pedofilia es muy difícil. Hay pocos estudios sobre su prevalencia porque es un trastorno con muy baja demanda terapéutica. Quien sabe que lo tiene, no suele acudir a terapia por miedo o vergüenza. Los datos hablan de aproximadamente un 1% de prevalencia general, pero si ampliamos el foco al “interés sexual en menores”, sin que llegue a ser patológico, algunos estudios elevan esa cifra hasta el 13% para menores de 13 años y hasta el 24% si hablamos de adolescentes.
Ese es un dato muy preocupante
Sí, aunque no todas las personas con ese interés llegan a cometer un delito. Muchas saben canalizarlo o tienen herramientas para no hacer daño. Pero trabajar con ellos es fundamental si queremos prevenir.

La experta recomienda que los menores tengan redes sociales cerradas y privadas.
¿Qué se está haciendo, en términos de prevención?
La prevención siempre se ha centrado en la víctima, y está bien. Hay que educar a los niños en afectividad y sexualidad desde que nacen, que sepan qué partes del cuerpo son íntimas, que pidan ayuda si algo les incomoda… Y se ha demostrado que funciona. Pero también hay que intervenir con los potenciales agresores. En España ya hay proyectos. Por ejemplo, la Universitat Internacional de Catalunya trabaja con personas que se sienten atraídas por menores y les ofrece una intervención terapéutica para reducir ese interés o redirigirlo hacia adultos. Está dando buenos resultados. El problema es que nadie quiere financiar estos programas. Pero es la manera más efectiva de proteger a los niños.
Nadie quiere financiar los programas para reducir el interés sexual hacia menores o redirigirlo hacia adultos
'Sharenting'
Las claves para evitar la exposición de los menores en las redes sociales y el riesgo de ser víctimas de agresión sexual
1. Si tienen redes sociales, que sean privadas y que solo acepten a gente que conocen personalmente. Nada de amigos de amigos.
2. Que piensen lo siguiente antes de subir una imagen: ¿Qué pasaría si la viera tu madre o tu abuelo? ¿Te sentirías incómodo/a? Entonces, mejor no la subas.
3. Que reflexionen sobre cómo quieren ser vistos. ¿Quieren ser valorados por su físico o por cualidades más profundas? Eso también educa.
4. Algo que funciona muy bien es preguntarles qué le dirían a su hermano pequeño para protegerse en redes. Suelen ser más estrictos que los adultos.
¿Qué opina del acceso al móvil? ¿A qué edad lo permitiría?
A los 18. Cada año que me preguntan, retraso un año más. Dar un smartphone con acceso libre a todo internet a un menor es como decirle que beba agua de una boca de incendio y pedirle que no se moje. No podemos dejar esa responsabilidad en ellos. Es mejor fomentar las relaciones presenciales, las actividades sin pantallas y limitar el uso. Un truco fácil: que no duerman con el móvil en la habitación. Mejora el sueño, el rendimiento, la salud mental y ayuda a desconectar.
Un truco fácil: que no duerman con el móvil en la habitación. Mejora el sueño, el rendimiento, la salud mental y ayuda a desconectar
¿Es verdad que una foto de tu bebé puede acabar en un paquete de pañales?
Sí, eso ha pasado. Muchas veces aceptamos los términos de uso de redes sociales o apps sin leerlos, y estamos dando permiso para que usen nuestras imágenes con fines comerciales. Están redactados de forma compleja y extensa para que no los leamos.
Y para terminar… ¿quién lo hace peor: los adultos o los menores?
Los adultos, sin duda. No podemos exigir a los niños que se protejan si somos los primeros en vulnerar su privacidad.