Ecco the Dolphin tendrá una secuela. Si juegas a videojuegos y esta frase no significa nada para ti, hay dos opciones: que seas demasiado joven para conocerlo, o que nunca tuviste una Mega Drive. ¿Tiene sentido revivir una franquicia que lleva más de dos décadas sin formar parte del inconsciente colectivo? Quizás sí, y en esta ocasión más que nunca: intereses económicos aparte, el mensaje del juego está más presente que nunca en la actualidad.
El juego fue originalmente desarrollado por la compañía húngara Appaloosa Interactive, y está protagonizado por un delfín. Pero su historia tiene mucha más miga de la que parece: desde su nacimiento como respuesta a la ausencia de juegos de lucha en la plataforma de SEGA hasta su particular historia, con viajes en el tiempo y alienígenas incluidos, ha ido ganando, con el paso de las décadas, un seguimiento de culto.

Ecco the dolphin.
Aunque sí hay algunos elementos de combate en el juego, en la mayoría de su recorrido Ecco the Dolphin es un juego “pacifista”. Y a pesar de que, a día de hoy, muchos videojuegos se atreven a buscar maneras de juego alternativas, que no necesariamente estén atadas a la violencia, esta filosofía no era tan común en los años 90, con el medio en plena ebullición y buscando conquistar, sobre todo, los corazones de los adolescentes.
El desarrollo comenzó de manera modesta: la idea era crear un pequeño juego, especialmente para el mercado europeo, que pusiese en contacto a los más jóvenes con las criaturas del océano. Cuenta la leyenda que, después de que Capcom firmase un contrato de exclusividad con Nintendo para la publicación de dos de sus juegos de peleas, Street Fighter y Fatal Fight, SEGA quiso fortalecerse creando una nueva franquicia propia que operase en dirección totalmente opuesta a estos títulos.
El director, Ed Annunziata, había comenzado su carrera como desarrollador realizando juegos educativos sobre ciencia para el microoordenador Apple II. Investigando uno de estos juegos, centrado alrededor de las ballenas y sus hábitos, el tema terminó por obsesionarle. En una entrevista oficial con Microsoft, Annunziata explica que quiso “crear un videojuego que crease curiosidad y respeto por el océano. Elegí a los delfines, porque son las criaturas marítimas más parecidas a los humanos.”
A pesar de este enfoque, el juego en sí es bastante desafiante. Podemos controlar la velocidad del delfín pulsando repetidamente el botón de acción, y también tenemos la posibilidad de hacerle cantar, lo que permite que Ecco hable con otras criaturas marinas. Así, resolveremos distintos puzzles y situaciones mientras manejamos el nivel de aire del animalillo, que debe volver de vez en cuando a la superficie para obtener oxígeno. Más compleja es, eso sí, su historia.

Ecco the dolphin.
Buscando concienciar a los jóvenes sobre la importancia de proteger el océano de la contaminación, establece una pequeña alegoría en la que el delfín está tratando de defender el mar de una gran tormenta que está sembrando el caos entre las criaturas marinas, y que más tarde descubriremos que fue causada por una antigua raza de alienígenas (sí, en serio). Aún así, su punto fuerte es que no da la sensación de ser un juego puramente propagandístico, ni nos ametralla con su mensaje a cada paso: Ecco the Dolphin tiene como prioridad ser un juego divertido, y confía en el jugador para entender que todas esas especies y paisajes que se muestran en él son algo que merece la pena proteger.
Incluso si la trama de Ecco the Dolphin terminó por desvariar un poco al final —en un momento determinado, viajamos en el tiempo 55 millones de años atrás, a la época de los dinosaurios—, las buenas intenciones y el mensaje ambientalista de sus primeros compases son a día de hoy incluso más potentes que entonces, cuando conceptos como el cambio climático o la deforestación eran, para muchos, una hipótesis más que una innegable realidad.
La noticia de que la serie pueda volver, en forma de un “tercer juego con sensibilidades actuales en cuanto a gameplay y gráficos” puede ser mucho más que una estrategia de márketing más, buscando apelar a la nostalgia. Si se gestiona con cuidado y, sobre todo, con amor, Ecco puede ser un vehículo sobradamente válido para acercar a todos los públicos esa pasión y respeto por el océano y la naturaleza que Annunziata buscaba transmitir hace ya más de veinte años.