Los italianos están llamados a las urnas el próximo domingo y el lunes, aunque lo harán cada uno a su manera. Se vota para derogar cuatro normas laborales (en particular sobre despidos, contratos precarios y seguridad) y una sobre la ciudadanía de los extranjeros (reducción del tiempo para acceder a la nacionalidad italiana), pero el Gobierno de Giorgia Meloni ha decidido boicotear la convocatoria, mientras que la oposición ha apostado claramente por participar.
Para que la votación sea válida, se necesita un umbral altísimo del 50% del electorado, difícil de alcanzar en tiempos de gran abstención, especialmente si la mitad del Parlamento apuesta activamente por hacerla fracasar. No es la primera vez que quien teme el resultado de un referéndum opta por el sabotaje en lugar de hacer campaña por el no. Algunos lo hacen abiertamente, como los líderes de la Liga, Matteo Salvini, y de Forza Italia, Antonio Tajani; otros de forma más encubierta, como Meloni. El primero en inaugurar esta estrategia fue Bettino Craxi, el líder del Partido Socialista, que en 1991 invitó literalmente a los italianos a “irse a la playa” en lugar de acudir a las urnas en una histórica consulta sobre la ley electoral.
Meloni acudirá al colegio electoral, pero no recogerá la papeleta para evitar que se alcance el quórum
Meloni no podía llegar tan lejos: por el cargo que ocupa, no podía permitirse desincentivar la participación de sus conciudadanos, así que tras semanas de silencio encontró una solución: “Iré a votar, pero no recogeré la papeleta”. Una solución creativa, acrobática, aunque prevista por la ley, que intenta conciliar el deber institucional de presentarse en el colegio electoral sin contribuir al quórum. La decisión ha suscitado muchas ironías, incluso fuera del ámbito político: “Es como ir al cine y no mirar la película”, bromeó Fiorello, el presentador más famoso de la televisión italiana.
Pero más allá de la forma inusual de participar, el contenido es muy concreto: se vota sobre cuestiones puramente económicas. Restablecer el derecho del trabajador a ser reincorporado en caso de despido improcedente, eliminar el límite de indemnización en pequeñas empresas, limitar aún más el uso de contratos temporales y extender la responsabilidad de las empresas contratistas en caso de accidentes en subcontratas. El quinto referéndum propone reducir de diez a cinco años el período de residencia legal requerido para que un extranjero extracomunitario pueda obtener la ciudadanía italiana.
Desde la oposición, el tono ha sido aún más duro: “Es una estafa”, respondió Giuseppe Conte, ex primer ministro y líder del Movimiento 5 Estrellas. En los últimos días, en las filas del Partido Democrático (PD, centroizquierda) reinaba cierto desánimo, con el objetivo político fijado entre un 35% y un 40% de participación. Ahora, sin embargo, se espera que la estrategia de boicot por parte de la derecha pueda actuar como un factor de movilización. En particular, el PD considera que la postura de Meloni “es incomprensible para sus propios electores”, explicó la secretaria Elly Schlein. El sindicato CGIL, promotor de los referéndums, también muestra confianza, con la esperanza de anular la reforma laboral que el centroizquierda aprobó en el 2014 bajo el liderazgo del reformista Matteo Renzi. Hoy, sin embargo, el Partido Democrático ha adoptado una posición más a la izquierda y promueve su derogación.
Los sondeos están prohibidos en esta fase final, pero los precedentes son elocuentes: el quórum solo se alcanzó una vez, en el 2011, en un referéndum sobre el agua pública.