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La UE se propone dar un salto en defensa pero la financiación cojea

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Soldados lituanos, en unos ejercicios de la OTAN la semana pasada en Hohenfels, Alemania 

Alex Kraus / Bloomberg

Todos los gobiernos -o casi- de la Unión Europea están de acuerdo en la necesidad de aumentar el gasto de defensa para afrontar la nueva situación geopolítica internacional, con una Rusia hostil y unos Estados Unidos en retirada. La ruptura de la política exterior norteamericana impulsada por Donald Trump ha puesto en entredicho la alianza estratégica con EE.UU. y el paraguas protector de la OTAN, lo que ha acabado de convencer a los más reacios de que la UE debe asumir a partir de ahora la responsabilidad de su propia defensa (algo que algunos países, como Francia, predicaban desde hace años en el desierto). Menos unanimidad suscita entre los 27, sin embargo, la forma de financiar este importante esfuerzo económico.

El plan preparado por la Comisión Europea, y aprobado en la cumbre del 6 de marzo, prevé movilizar hasta 800.000 millones de euros de aquí al año 2030 para rearmar Europa y modernizar sus ejércitos, de los que 150.000 millones saldrían de un instrumento europeo -bautizado SAFE (Security Action For Europe)- con préstamos a interés preferencial. Bruselas concretó esta semana su hoja de ruta en el Libro blanco para la Defensa Europea, que pasa por fomentar la mutualización de las compras y priorizar la industria europea. Los 650.000 millones restantes irán a cuenta de cada Estado, con sus propios recursos; esto es, lo que buenamente quieran o puedan invertir. Para ello, serán dispensados parcialmente de las reglas fiscales sobre el déficit. Es todo.

Como plan europeo, la cosa se queda financieramente coja. Hay países, como Alemania (con una deuda pública del 62% del PIB y un déficit del 2,4%), que tienen suficientes recursos y margen de endeudamiento para asumir el reto. Y así parece dispuesta a hacerlo, por una vez. En un giro muy significativo, Berlín ha dado esta semana carpetazo al dogma de la austeridad a toda costa y -de la mano de Friedrich Merz, pese a no haber sido investido todavía canciller- ha liberado el corsé constitucional al límite del déficit para impulsar las inversiones en defensa y, también -no es un dato menor-, en infraestructuras. En el horizonte de los próximos años se habla de cientos de miles de millones.

Francia, Italia y España piden un fondo especial de la UE como tras la covid

Pero no todos los países europeos tienen este margen. Francia, el segundo país de la UE desde el punto de vista demográfico, económico y militar, tiene una deuda muy superior a la alemana (112%) y un déficit desbocado (6%) que tiene muchas dificultades para frenar. París pretende doblar el presupuesto de Defensa de aquí al 2030. Pero, por el momento, lo que ha decidido es movilizar 1.700 millones de euros a través de la banca pública para financiar a las empresas de defensa y emitir un fondo para que los particulares puedan invertir en el sector hasta 450 millones.

Así que no es de extrañar que Francia encabece al grupo de países, del que también forman parte España e Italia, que abogan por una verdadera mutualización europea de los costes y proponen la creación de un fondo especial análogo al puesto en marcha para recuperar la economía europea tras la crisis de la covid, financiado con eurobonos (los fondos Next Generation, dotados de 750.000 millones). Alemania, que accedió a una solución de este tipo en aquel momento como algo excepcional y sin que sirviera de precedente, quizá podría ahora flexibilizar su posición. Pero hay un grupo de los llamados países frugales, encabezado por los Países Bajos, que se opone frontalmente.

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El presidente francés, Emmanuel Macron, mira de reojo al primer ministro húngaro, Viktor Orbán, sentado junto a su homólogo eslovaco, Robert Fico, ayer en Bruselas 

LUDOVIC MARIN / AFP

Europa se juega mucho en este envite. Cualquier recorte del gasto social en beneficio del gasto militar será muy mal recibido por los ciudadanos en muchos países, toda vez que no todos los europeos sienten la amenaza rusa como lo hacen los países bálticos y algunos de los antiguos miembros del Pacto de Varsovia (no todos), y alimentará los populismos. España e Italia, por razones políticas -para salvaguardar los apoyos parlamentarios de su Gobierno, pero también endulzar el trago a la opinión pública-, coinciden no solo en reclamar ayuda directa europea sino en pedir una suavización del lenguaje, sustituyendo la palabra “rearme” por otras fórmulas menos marciales. No es la línea justamente de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que habla día sí día también de prepararse para la guerra como si un conflicto armado con Moscú fuera inevitable e inminente (a riesgo de dejar a la extrema derecha el camino expedito para reivindicar el pacifismo, sentimiento mayoritario en la sociedad)

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Mientras, la guerra sigue en Europa y la UE trata denodadamente de sostener a Ucrania frente a la agresión de Rusia. El Consejo Europeo -con la ya tradicional excepción de Hungría, sensible a los intereses de Moscú- reafirmó ayer su apoyo a Kyiv y se comprometió a mantener su ayuda militar (aunque con dificultades: la alta representante de la UE para Asuntos Exteriores, Kaja Kallas, se ha visto forzada a rebajar de 40.000 a 5.000 millones el paquete de ayuda que proponía y ni así). El Reino Unido y Francia, por su parte, prosiguen su labor para preparar una eventual fuerza militar de paz para contribuir a una tregua. Ayer también, el primer ministro británico, Keir Starmer, se reunió en Londres con los jefes militares de una treintena de países, después de que el presidente francés, Emmanuel Macron, hiciera lo mismo la semana pasada en París.

La participación de Europa en unas futuras negociaciones de paz está, sin embargo, en el alero. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, prefiere conducir el diálogo personalmente y tratar directamente con su homólogo ruso, Vladímir Putin, con quien conversó telefónicamente el martes por espacio de una hora y media. Tras esta primera entrevista, lo único que logró arrancar Trump fue, no ya la tregua total de treinta días que buscaba, sino una pausa por este mismo periodo de tiempo de los ataques a las infraestructuras energéticas y civiles, exclusivamente. No parece mucho para quien se presenta -y así proclaman sus corifeos- como “el mejor negociador del planeta”.

  • Las risas de Rutte. Al secretario general de la OTAN, el ex primer ministro neerlandés Mark Rutte, ya estuvo a punto de desencajársele la mandíbula compartiendo unas risas con el nuevo secretario norteamericano de Defensa, el excomentarista de FoxTV Pete Hegseth, en su primer encuentro en el cuartel general de Bruselas. Y algo parecido le pasó en la entrevista que mantuvo la semana pasada con Donald Trump en la Casa Blanca. Tan acomodaticio se mostró Rutte que optó por callar cuando el presidente de EE.UU. insistió en anexionarse Groenlandia, territorio de un país aliado de la OTAN, Dinamarca, por lo que ha recibido numerosas críticas. Mientras, los daneses, han rechazado la petición de ayuda norteamericana para que les venda huevos, cada vez más caros en EE.UU. a causa de la gripe aviar.

  • Elecciones en Portugal. Los portugueses volverán a las urnas, por tercera vez en tres años, el próximo 18 de mayo. Así lo decidió el presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, tras la caída del Gobierno en una moción de confianza. El hasta ahora primer ministro, Luis Montenegro (centroderecha), objeto de una investigación de la fiscalía y en el centro de un escándalo por sus actividades empresariales privadas, decidió presentar una moción de confianza pese a que el líder del Partido Socialista, Pedro Nuno Santos, que reclamaba una comisión de investigación, le recomendó que no lo hiciera. A falta de acuerdo, los socialistas precipitaron su caída.

  • Sospechas de soborno. La justicia de Bélgica ha abierto una investigación por las sospechas de soborno de hasta una quincena de miembros del Parlamento Europeo por parte del gigante tecnológico chino Huawei y los lobistas que actúan en defensa de sus intereses. La policía federal belga registró oficinas y domicilios de los presuntos implicados -y varios despachos de la Eurocámara fueron precintados-, que podrían ser acusados de soborno, falsificación, blanqueo de dinero y organización delictiva. El objetivo de Huawei sería influir para lograr la apertura de los mercados europeos y evitar vetos como el de EE.UU. en el desarrollo de la red de telefonía móvil 5G.
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