En el tapiz dorado de la Riviera francesa, Robert De Niro y Tiffany Chen irradiaban elegancia en la apertura del Festival de Cannes, donde la melancolía de “Partir un Jour” prometía conmover corazones. Al otro lado del mundo, en el corazón de Riad, Donald Trump articulaba visiones económicas ante la promesa saudí de prosperidad futura.
Mientras tanto, en la India vibrante, la fe se manifestaba en danzas rituales, con devotos buscando bendiciones para cosechas abundantes bajo la mirada de Shiva. En Seúl, la energía de la campaña presidencial coreana se palpaba con la llegada de Lee Jae-myung. En Bucarest, la belleza felina se contemplaba con solemnidad, mientras Bismarck, la esfinge, aguardaba su juicio.
En la tensa Cachemira, la quietud nocturna ofrecía un respiro a los soldados, mientras un vendedor ambulante encontraba descanso en la pausa. Y en el sereno Katmandú, la espiritualidad florecía con la circunvalación de la estupa Boudhanath, celebrando el nacimiento de Buda en un mar de paz y devoción. Cada escena, un pincelazo único en el vasto lienzo de la humanidad.