La caída de un gran hombre está siempre en relación con la altura a la que ha llegado
Balzac, La comedia humana
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Para sacudirme la rutina, en vez de auparme al metro, me voy a Roland Garros a pie.
La idea es un reto (desde mi hotel en la plaza Montholon hasta el Bois de Boulogne se tienden diez kilómetros), pero no importa.
Tengo tiempo, tengo ganas y tengo a Tame Impala en los auriculares.
If you think I couldn’t hold my own, believe me, I can
Believe me, I can, believe me, I can
En realidad, el paseo es un gustazo, un canto a la primavera: me conduce hacia los Campos Elíseos y hacia Trocadéro, y cuando desciendo por la rue Raynouard me detengo en la Maison Balzac. Una placa en la fachada me cuenta que el escenario inspiró a Balzac, que allí mismo compuso buena parte de La comedia humana. Me puede la curiosidad, me asomo al delicioso jardín interior.
Sentado a la sombra, me pido un capuchino, abro el móvil y reviso la biografía de Balzac. Veo que pasó sus últimos años de vida en este mismo lugar. Su muerte guillotinó el proyecto de La comedia humana: Balzac se había propuesto retratar a la sociedad francesa relacionando 137 novelas y ensayos.
Se quedó en 94...
(...)
Cuando hablamos de Carlos Alcaraz, lo hacemos comparándole con Rafael Nadal.
(Lo hace su propio entorno: lector, le animo a contemplar su documental en Netflix: Carlos Alcaraz: a mi manera).
La comparación es tramposa e injusta, y Carlitos la metaboliza como puede: este viernes, tres horas antes de enfrentarse a Lorenzo Musetti, Alcaraz tomaba su móvil y le echaba una foto a la placa de Nadal, esa huella que el manacorí ha impreso en una baldosa y descansa sobre la tierra de la Philippe Chatrier, junto a la red.
El mito pesa y pisa, y no pasa sino que aquí permanece, y ante su memoria, todos los que le suceden se sienten tan deslumbrados como cohibidos.
Agonía inicial
El duelo ha sido sufrido, en particular en los dos primeros sets; luego, Musetti ha transigido, víctima de una lesión
Ser el heredero de Nadal y superar sus catorce coronas en París...
¡Vaya cruz!
A sus 22 años, Alcaraz ya tiene un título en Roland Garros (y en total, cuatro Grand Slams). Y ha sido líder del circuito durante 39 semanas. Y ha sido plata olímpica. Y se ha apuntado una Laver Cup. Y ha ganado más dinero del que usted y yo, lector, ganaríamos en cinco vidas.
Y sin embargo, muchos se empeñan en decir:
–No va a llegar.
¿A dónde no va a llegar?
¡Si ya ha llegado!
En fin: si Alcaraz siente el peso de la Nadalidad, Musetti siente el peso de Alcaraz.
Y por eso, después de romper los esquemas y apropiarse de la primera manga y alargar la segunda hasta el tie break, al italiano le entra el vértigo.
De repente, el partido se transforma: Alcaraz corrige todo aquello que no le ha funcionado hasta entonces. Se aquieta, asegura los intercambios largos, perfecciona la derecha cruzada, escoge mejor las dejadas, metaboliza su diálogo interior, se va hasta 3-0 y 6-1 en la muerte súbita y Musetti desaparece y la semifinal recupera la atmósfera que todos habíamos previsto.
–Es increíble cómo es este deporte: ¡pero si todo está en la mente! –comentamos en la tribuna de prensa: hoy me acompañan Luismi Pascual (Efe) y Javi Sánchez (El Mundo).
Mitomanía
Horas antes del partido, Alcaraz retrataba la huella de Nadal que reposa en la pista, junto a la red
Y ojipláticos, vemos cómo Alcaraz se monta en su carroza, la misma que le llevaba en su compromiso anterior (ante Tommy Paul), y pisotea a ese Musetti (séptima raqueta del mundo) que veinte minutos antes parecía Supermán, y había movido al murciano de lado a lado por la pista, y no fallaba un golpe y llegaba a todo, ¿dónde se fue aquel italiano jugón?
Ahora, Carlitos lo hace todo. Monta y desmonta, y castiga a Musetti con un rosco en el tercer set, y cuando ya está 2-0 arriba en el cuarto, a las 2h25m, Musetti arroja la toalla.
Avanza hasta la red, se disculpa ante Carlitos, se disculpa ante el juez y la parroquia y se marcha, aparentemente lesionado (había llamado al fisio al cierre del tercer set), sin duda superado por las circunstancias: interpreta que no merece más penitencia.
–He empezado a notar que me fallaba la pierna izquierda. Ma estaba quedando sin fuerza, y me costaba servir en condiciones –dice el italiano más tarde.
–El primer set ha sido realmente duro. He tenido dos bolas de break y no las he aprovechado. En el segundo, me he recompuesto, y a partir de ahí ya he sido yo –dice Alcaraz mientras le aplauden los parisinos.
En el horizonte se perfila su final en París, un ensayo más para su comedia humana, el proyecto que muchos creen aún inacabado.