Fue el peor Barça, el que flirteó con quedarse fuera de la Copa, el individualista, el que iba camino de hacer “una temporada de mierda”, como dijo Joel Parra en marzo, por las lesiones y por la irregularidad que puso en varios momentos en la picota a Peñarroya. Con Joan Laporta en el palco, el Barça cayó estrepitosamente ante Unicaja en el Palau Blaugrana fruto (57-81) de la falta de inspiración, desesperado porque no le entraba ni una, y se derritió en las manos de Kendrick Perry. El domingo, en Málaga, será una final. Cara o cruz.
Unicaja, angustiado por las urgencias en un partido a todo o nada, tomó rápidamente el mando. Quiso demostrar que la derrota en el Martín Carpena había sido un accidente, una concatenación de errores en un minuto y medio en el que el Barça remontó el encuentro.
El Barça se estrelló contra un muro sin ninguna inspiración en el tiro
A lomos de Perry, se hizo fuerte desde la línea de tres. Infalible. Dos de sus aciertos le dieron la vuelta a la primera ventaja blaugrana (5-6) y el tercero abrió la primera brecha (10-14). Fue un Barça precipitado, que solo encontró ventajas cuando buscó en la pintura a Fall, ganador en todos los duelos. Sin acierto desde el perímetro (tres de 10), con el paso de los minutos llegaron las imprecisiones en lanzamientos más cómodos (cuatro de nueve en tiros de dos), lo que allanó que Unicaja, con Tillie, Carter y el propio Perry entonados, llevaran el 17-26 al fin del primer parcial. En ocasiones, le faltó intensidad a la defensa de los de Peñarroya, demasiado blanda, aunque a Anderson le señalaran una antideportiva.
En la reanudación, el Barça creyó ser otro. Pasó más que tiró, por lo que propició que los lanzamientos fueran más cómodos y buscó las penetraciones. Endureció las marcas y cerró el reboté. Y se acercó (22-25), pero de nuevo Unicaja se mostró fiable. La impotencia blaugrana se escenificó en una falta muy protestada de Hernangómez, que levantó los gritos de “fuera, fuera” de un desesperado Palau Blaugrana. No le entraban al Barça, y Carter provocó con el 25-36 que Peñarroya volviera a pedir otro tiempo muerto. El juego coral desapareció como el humo.
El norteamericano de Unicaja bailaba en el Palau mientras Punter o Parker apenas llegaron al descanso con seis y cinco puntos. El Barça no cerró ni el rebote, aunque mejoró con la entrada de Fall, dominador. Con ventaja de nueve y mejor plantados, Unicaja se fue a la caseta con margen (35-44).
Si la necesidad marca diferencias, quizás esa fue la explicación de todo lo sucedido y lo que estaba por llegar. El Barça siguió estrellándose contra el mismo muro, sin inspiración en el tiro exterior y con demasiadas lagunas defensivas como Hernangómez, que no cerró el aro y por ahí Unicaja llegó a ponerse hasta 14 arriba (38-52). Entró en el partido el Palau, ruidoso como pocas veces cuando el partido entraba en el tramo clave, pero Unicaja fue el de las grandes ocasiones, el que levantó la Copa, y no le tembló el pulso. A falta del último cuarto, la ventaja era sustancial (48-65).
El partido estaba visto para sentencia. Pasaron dos minutos hasta que los de Peñarroya anotaron el primer punto desde la línea de tiro libre. Fue el 49-71 con silbidos de fondo. En ese momento, con ya todo decidido pese a lo que quedaba, el Barça había registrado 5/23 en triples y 14/37 en tiros de dos. Números condenatorios.
Entre protestas de la grada el Unicaja se fue escapando en el marcador
El final del partido no tuvo historia, más en la grada que en la pista. Silbidos al equipo, algún que otro pañuelo blanco repartido a los jugadores (Hernangómez fue silbado) y también a los árbitros, foco de la impotencia en momentos. El Barça acabó con 59 puntos anotados. Una anomalía que explica que no era su día. El peor Barça regresó y el domingo se jugará la vida en la Liga Endesa ante el campeón de Copa, en Málaga.