El cantante británico Antony Hegarty que ahora, identificado como una mujer trans, se ha transformado en ANOHNI llegó al festival acompañado por sus actuales Johnsons, un octeto de cámara que integra violín, chelo, clarinete, saxo, piano, batería, dos guitarras y bajo para reproducir con todo lujo de detalles un repaso a sus cinco álbumes. Vestida con un traje largo blanco ofreció un emotivo concierto en el que quiso concienciar de la gravedad del cambio climático y de la destrucción de los ecosistemas. Para ello contó con el respaldo de declaraciones de profesores y científicos, que iban apareciendo en una pantalla posterior, entre las canciones, para dejar constancia de la destrucción causada por los humanos al planeta. Todo ello subrayado por unas vistosas filmaciones de fondos marinos y barreras de coral.
El concierto empezó preguntándose “Why am I alive now?”, en una canción de tono soul en la que ya hizo un despliegue vocal exquisito. La pregunta tiene mucho sentido visto el tono de protesta ecológica que adquirió un recital que alcanzó pronto su primera cumbre, con la suntuosa e inflamada “4 degrees”, resuelta con un arreglo de cuerda de matiz ‘filadélfico’ y un exuberante crescendo vocal e instrumental.
Siguió con la trémula y sensual “Manta ray”, rubricada por el cálido sonido de una marimba, para adentrarse a continuación en el aroma jazz, lounge y a la vez solemne de “Hopelessness”, en la que con unos agudos de rompe y rasga contribuye a propiciar un gran clímax. Sus exhibiciones vocales llegaron a la cúspide con la relectura del dramático canto espiritual de la época de la esclavitud “Sometimes I feel like a motherless child”, en la que demostró que no por nada se la compara con la gran Nina Simone.
Cada canción fue una exhibición, luciéndose tanto en los tonos acariciantes como en los gorgoritos de agudos elevados, con una voz andrógina que le sirve para hacer muy creíble la oda a la fraternidad que es “You are my sister”. También para acercarse al registro de su amado Marvin Gaye en la fabulosa “It must change”, una canción que muestra compasión por la humanidad, aunque esté al borde del colapso. Como un crooner se aferraba al pie de micro para dramatizar la tormenta guitarrera de “Scapegoat”, cuya letra pone énfasis en todas las víctimas que se convierten en chivos expiatorios. En cambio “Cut the world”, que escribió para una ópera, habla de feminismo con una suavidad y una elegancia mayúsculas, elevando su voz en agudos celestiales. De ahí fue lógico volver al soul melancólico de “Another world”, una especie de réquiem para llorar por todos los tesoros perdidos de la naturaleza, antes de finalizar el concierto, enfundada en un velo transparente, con la plegaria de “Drone bomb me”, una canción desde la perspectiva de una niña afgana cuya familia ha sido asesinada con una bomba lanzada por un dron.

El concert de Fontaines D.C. al Primavera Sound
Tras tan trascendental concierto se hacia necesario algo de descompresión y nada mejor que el punk-funk de LCD Soundsystem, que despidió el festival en uno de los escenarios principales. El grupo neoyorquino liderado por James Murphy vino con la formación de lujo y toda su cacharrería analógica. Todo para ofrecer una festiva sesión de baile con un recorrido por clásicos de repertorio. Y si bien ahora su sonido a dejado de ser vanguardista para sonar hasta entrañable, siguen funcionando como un reloj suizo, hilvanando sincopadas canciones que beben de la electrónica y del indie rock; como “I can change” -en la que introdujeron el “The model” de Kraftwerk-, en la que se nota la influencia de David Bowie o “Home” que bebe de los ritmos epilépticos de Talking Heads. Todo ello en un repertorio en el que no faltaron “Tribulations”, “Tonite”, la jocosa “New York, I love you but you’re bringing me down” o el himno final “All my friends”.
En el extremo opuesto de los cabezas de cartel, la letra pequeña del festival tiene también mucha miga. Lo pudimos comprobar visitando escenarios periféricos para escuchar a Alan Sparhawk, un músico al que el festival considera parte de su familia. No es para menos ya que cuando estuvo al frente del grupo Low proporcionó grandes momentos, pero el fallecimiento de su compañera Mimi Parker truncó el proyecto. Ahora gira en solitario, en formato de un trio en el que milita su hijo Cyrus al bajo.

El públic de Fontaines D.C. al Primavera Sound
Vino a presentar nuevo disco, “White roses, my god”, en el que da un giro radical a su sonido pasando del rock taciturno a un sonido electrónico, con la voz deformada por el AutoTune. Se hacía muy extraño verle bailar y con una camiseta con el logo de Prince durante la primera mitad del concierto. Luego, con la guitarra y su voz grave habitual ya estuvo más reconocible e incluso extraordinario en la relectura de “Poor man daughter”, de su proyecto paralelo Retribution Gospel Choir, pasando del llanto a un aquelarre de distorsión guitarrera.
A continuación fue el turno de Squid, grupo de Brighton que practica un rock experimental de difícil etiquetaje. Vino a estrenar su flamante tercer álbum “Cowards”, en el que combinan, tal como evidenciaron en su directo, art-rock, post-punk e incluso algo que se podría denominar rock progresivo del siglo XXI. Todo ello desarrollado en contundentes canciones, nada lineales y con constantes cambios de ritmo, en las que igual suena una trompeta de matiz jazzístico, como guitarras desbocadas, marejadas de teclados sintéticos o sonidos pregrabados. En cualquier caso una música muy creativa no apta para todos los públicos.
La que si que es fácil de asimilar es la música de MJ Lenderman, un joven cantautor y guitarrista de 26 años procedente de Carolina del Norte. Acompañado por un rodado y eficaz cuarteto por momentos parece un aprendiz de Neil Young, hilvanando un cancionero que se sustenta en un sonido que evoluciona de los medios tiempos a vendavales de distorsión guitarrera, pasando por pasajes que se aproximan al country alternativo, gracias a la eficaz ayuda de una guitarra pedal steel y ocasional violín. Vino a presentar su cuarto álbum, “Manning Fireworks”, y se hizo evidente que además de dotado compositor tiene una buena voz, dúctil y maleable, lo que hace presagiar que oiremos hablar de él.